lunes, 14 de mayo de 2007

Cuando NO quiere decir SI

Una de las quejas más frecuentes e incisivas de los hombres cuando se ahonda en la desgastada guerra de los sexos es nuestra grandiosa capacidad femenina de hablar a la inversa. Si, un preciado don que nos ha dado la bondadosa naturaleza y que después de millones de años de convivencia ellos aún no han aprendido a descifrar, y peor aún, a utilizar a su favor.

No se conformen con creer que nos conocen demasiado sólo porque cuando estamos peleando, o mejor aún, cantaleteando (cosa que nos fascina y de la cual hablaremos otro día), torcemos la cara con dignidad y respondemos con oronda certeza “no, a mí no me pasa nada”. Para ninguna es un secreto que esa es una mentira revelada hace mucho tiempo y de la cual ustedes hacen caso omiso en la mayoría de las ocasiones, cosa que no nos favorece mucho en nuestra búsqueda de resultados. Sin embargo, valga la aclaración, sorprende ver como muchos aún siguen despistados y en lugar de ignorarnos con desprecio y obligarnos a cambiar de estrategia simplemente acuden a la adorable insistencia de sacarnos con ganzúa lo que por instinto femenino preferimos con prudencia callar… y después a pagar escondedero porque una vez otorgada la licencia de hablar y de desahogarnos en todo lo que nos aqueja…. ayayayay, “que alguien calle a esta bruja” les suelen gritar sus entrañas. Y una vez más, reprobada la lección mis señores. Y nosotras felices!!!

Pero bueno, como les decía esta es sólo una de las desgastadas mañas nuestras ya conocidas por muchos y en la cual no hace falta profundizar. Sin embargo, hay algo que si creo que es importante resaltar y que no sobraría de ninguna manera ser incluida en sus estrategias de conquista y de Administración Por Objetivos, APO, los cuales persiguen con tan disciplinada insistencia y que a pesar de la evolución y de la llegada de la luz, el teléfono, el automóvil, el Internet, el celular, el Ipod, la Palm, etc., aún parecen muchos no tenerlo claro.

En tiempos de negociación, cualquiera que sea, léase bien, cualquier tipo de negociación, NO siempre quiere decir SI; y aquí el orden de los factores si altera el resultado (es decir, nunca vayan a tomar un si como un no, por favor).

Y cuando hablo de NO me refiero a todo tipo de negaciones, no sólo al sonoro monosílabo en formato de respuesta simple.

Frases como “Lárgate que no te quiero volver a ver nunca”, “hoy no quiero, estoy cansada”, “no te preocupes, si te quieres ir con tus amigos… fresco, yo no me pongo brava”, “eso nunca lo he hecho antes”, y todo el rosario de frases célebres que ustedes conocen mejor que yo, lo digo y quiero ser muy enfática en esto, son sólo invitaciones al ruego y a la insistencia. Si, tenemos que admitirlo, nos encanta que nos rueguen, deliramos oyendo una invitación de 3 a 10 veces, y de sentirnos absolutamente indispensables en la decisión y el curso de las circunstancias. Nos morimos por verlos ‘arrodillados’ haciendo múltiples veces la misma pregunta, y mejor aún, rogando, y si es posible suplicando, que accedamos a sus nobles peticiones o caprichos.

Esto por supuesto no lo digo con el fin de que ahora sencillamente nos ignoren y ‘dejen así’ una vez oigan nuestro amañado NO. No… lo hago con la firme intención, y aquí soy yo la de la APO, de que ya sabiendo cómo son las cosas, se esfuercen por complacer nuestra fijación ya comentada, y se dediquen a conjugar con creces el verbo insistir.

Obviamente, si captan lo que intento descifrar en esta oda a una virtud que creíamos sólo posible en el chavo del ocho, el asunto es bastante ventajoso para ustedes si lo aprenden a aprovechar. Yo sé que hay varios expertos en la materia, pero créanme no son todos y el tema no es tan sencillo como parece. Así que como decía un muy buen amigo, “el que tenga oídos, que oiga”… que en este caso sería “el que tenga ojos que lea”.

Es sólo un poco de matemática de tercero de primaria, multiplicar por 3 o 4 la pregunta o la propuesta, y el resultado final será SI. Ahora, si lo que les conviene es que digamos que no… pues una sola vez será suficiente y con que aparenten creernos ya su alma estará a salvo. Respetar un ‘no comments’ a tiempo, podría estarles ahorrando una larga cantaleta, una llorada inconsolable, una sacada de trapos al sol y un cartapacio de cuentas por cobrar que les aseguro, desearán nunca haberla provocado.

Mientras tanto... insistan señores, insistan.

martes, 8 de mayo de 2007

La llamada del ‘día después’

No hay algo que hiera más el ego de una mujer que no recibir esa bendita llamada del ‘día después’. Preguntas sin respuestas, consuelos sin sentido de las consternadas amigas, dos kilos de chocolate y un glosario indescifrable de hipótesis hacen parte del usual kit que nos acompaña en esas 24 interminables horas.

Con un casual sondeo a lo largo de los años y de las historias que se repiten en la vida de la una y de la otra, de las que cuentan y de las que obvian el tema, he llegado a la conclusión que debería existir un manual de ética con énfasis en relaciones interpersonales con el sexo opuesto, de carácter obligatorio para todos los hombres.

Sin duda alguna, la regla número uno, y me atrevo a sugerirla de manera muy subjetiva y por supuesto muy compasiva y solidaria con mis queridas compañeras de género, usuales víctimas de la desfachatez de los despreocupados hombres, es “Siempre llamar el día después”.

No importa cuáles sean las circunstancias, no interesa si quieren seguir o no saliendo con la susodicha, menos importa aún si fue bueno o no el encuentro, pero por favor, un “hola… cómo amaneciste…. la pasamos muy rico anoche…. Y hasta luego…” no les quita un pelo de hombría y si, créanme, le devuelven la respiración a la preocupada dama, que por más tiempos modernos y libertad de género que nos rijan actualmente, nunca dejará de cuestionarse el por qué de tan dolorosa ‘desaparición’.

¿Será que no le gustó?, ¿será que estoy muy gorda?, ¿estaría muy borracho y no se acuerda?, ¿tiene novia y no me había contado? O ¿será que quedó matado y está asustado?, ¡seguro le tiene pavor al compromiso!... en fin, preguntas sin respuestas que no llegan solas y que ahondan más la herida cuando aparecen las adorables amigas con su lista de especulaciones y comentarios desabridos: “es que no debiste dárselo tan rápido”, “seguro te va a llamar… ten paciencia”, “tienes que tener dignidad, si llama no le contestes… ponte difícil”, “eso seguro es que está aprovechando el domingo para dormir todo el día… dale tiempo hasta mañana”, “yo si decía que ese tal por cual tenía cara de “#$%&%&”, o la peor de todas, “acéptalo amiga, él solo estaba buscando eso… no esperes que aparezca”.

Mientras tanto, una caja de 12 brownies con un galón de helado de cookies and cream bañado en nutella y galletitas de azucar acompañan el petit comité que, en definitiva, lo único que logran, además de estimular la ceratonina y recordar que no somos las únicas víctimas de esta bendita maña masculina, es volvernos más gordas y por ende ponernos más tristes de lo que estábamos al comenzar el día.

Toda esta lora para rogarles el favor mis queridos hombres de que entiendan que para nosotras es absolutamente indispensable esa llamada del ‘día después’, la cual, así no se extienda por más de 15 segundos, con toda seguridad nos dejará bien plantadas frente a nuestras amigas, nos evitará el guayabo moral, que créanme es 300 veces peor que el guayabo físico (y 500 veces peor cuando se juntan), nos ahorrará un kilo de gordura y por ende 20 horas extras de gimnasio, y, por supuesto, nos dejará la conciencia tranquila con la boca llena diciendo……..Me llamóoooooooooo!!!!!! Después de eso, desaparezcan tranquilos y sin ningún cargo de conciencia, que si nos dejaron enamoradas se nos pasará rápido, y si por el contrario resultaron deficientes en ‘el asunto’, será un motivo consolador saber que la tierra afortunadamente se los tragó!!!